EL JARDÍN AMOROSO
Compuesto a la manera monástica, el género del jardín amoroso era claro: músicos, cortesanos bailando y damas de atractivos vestidos junto a fuentes, árboles en flor y césped cuajados de flores. Había tantas plantas de adorno, como pájaros cantores y aves de hermosos plumajes.
El jardín del paraíso se convierte en el jardín amoroso y alcanza su máximo esplendor en el marco de la sociedad caballeresca de la baja y alta Edad Media. La veneración y devoción por la Virgen María recibe la conformidad universal en el amor. El camino desde la fe ardiente hasta el éxtasis del amor sublime suele ser muy corto. El jardín de las rosas, un símbolo de María, para los amores platónicos y pasionales, se convierte en el punto central del jardín de la sociedad cortesana. Los símbolos religiosos que acompañan a la Virgen, la rosa y el lirio, son frecuentes y se transmiten en los versos de los trovadores, junto a la belleza mundana de las mujeres. En los versos de Walter von der Vogelweide: “Sus mejillas enrojecieron /Como la rosa donde están los lirios”.
No sólo es bello lo que gusta a Dios, sino aquello que alimenta sus sentidos. En la misma línea es recomendable la lectura del poema épico francés Roman de la Rose (la primera parte fue escrita por por Guillaume de Lorris hacia el año 1235 y la segunda, que es de Jean de Menú, apareció 40 años después). Este poema, junto a los textos de Alberto Magno, inspiraron a muchos pintores y dibujantes de la época a convertir el jardín amoroso en el motivo central de sus obras.
En el Roman de la Rose se habla de un arroyuelo, una fuente y un manantial que brota bajo un árbol. El arroyo discurría junto a los aposentos de las cortesanas, se utilizaba como vehículo para hacer llegar misivas, tal y como se aprecia en el manuscrito de Tristán de Manchen. Brangäne, la doncella de Isolda, descubre la tabla de madera que pasa flotando por delante e informa a su señora, que, apresurada, abandona sus aposentos para dirigirse al jardín de árboles y flores, donde Tristán la espera: “Y se hizo entre la hierba y las flores/ Hacia donde se hallaban el árbol y la fuente”.
La carpa y el cenador también se encontraban entre sus partes esenciales. La carpa se montaba para las fiestas y se utilizaba para los juegos de cartas y citas amorosas.
EL JARDÍN SECRETO
Los cenadores resultaban de lo más adecuado para las románticas citas discretas. Las estructuras por donde trepaban los rosales y las pérgolas construidas con rejas de madera y abundantemente cubiertas de plantas, también pertenecían a la forma básica del jardín de recreo.
Con frecuencia se añadía una casa de fieras al jardín. Así, el señor del castillo podía mostrar a sus invitados animales exóticos y foráneos, en donde con frecuencia se organizaban luchas entre animales. El duque Christoph von Württemberg mandó construir un zoo junto al palacio de Stuttgart, con la instalación del nuevo jardín de recreo. Se deleitaba con corzos, ciervos y pavos reales y, en otros castillos de sus dominios, proyectó cotos mayores de animales que se utilizaban como zona de caza. Algo que se remonta desde el siglo XIV al XVIII. Mientras que ‘la casa de fieras’ regia se transforma en zoo público en el siglo XIX .
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